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Las sílabas de lo que no digo, saben como entrar a tu cuerpo, lentas, táctiles, auditivas... se contonean geometricamente danzando por mis labios, allí donde preparan el salto para romper el abismo y volar de mis trazos a tu mirada.
No las esquives.
La saliva en cambio pertence a la exquisita caricia, capaz de recitar tu cuerpo entero hasta vestirlo en palabras. Desnudo. Por eso a veces surges como árbol viceral, derramando por sus cuencos letanía sobre el telar de piel, de mí. Tú y yo, rosa y espina que lentos nacieron alguna vez del dulcisimo sueño, puente capaz de acercar y matarnos de una sola palabra como tiro, de un una sola vez. Ahora fatiga de tanto llanto Resquicio de Había una vez... Melancolía apretadita Y la suma de asperas y eternas noches... |
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